sábado, 20 de abril de 2019

Ricardo Carvajal Medina - Algunos paralelismos entre Cervantes y Tolkien

NOTA: El presente ensayo fue escrito por el historiador mexicano Ricardo Carvajal Medina, donde hace un breve análisis comparativo entre la vida y obra de Miguel de Cervantes y JRR Tolkien, existiendo paralelismos interesantes. El autor amablemente nos ha compartido la transcripción para el blog, se puede consultar el artículo aquí, y la revista completa aquí.


ALGUNOS PARALELISMOS ENTRE CERVANTES Y TOLKIEN

Por Ricardo Carvajal Medina

276 años es la friolera cantidad de tiempo que separa la muerte de la máxima figura de la literatura española, del nacimiento del mayor representante de la literatura fantástica. Ambos pertenecen a contextos históricos muy dispares; Miguel de Cervantes (1547-1616) vivió el esplendor del Imperio Español en el siglo XVI, mientras que a J.R.R Tolkien (1892-1973) le tocó ver en primera fila el desmoronamiento del Imperio Británico, después de las dos conflagraciones mundiales del siglo XX. Cervantes cultivó los géneros habituales de la segunda mitad del siglo XVI -poesía, teatro y novela-, mientras que Tolkien fue filólogo, poeta, profesor universitario, y como novelista le dio forma a un género de ficción que cuenta con gran éxito hasta nuestros días. Ante tal situación nos preguntamos ¿cuáles podrían ser los paralelismos entre ambos autores? Sí bien existen pocos, creemos que estos no dejan de ser dignos de ser analizados y estudiados. Nuestra intención no es abrir una línea de investigación ni mucho menos elaborar una hipótesis compleja, más no hemos querido desaprovechar el espacio que se nos brinda para exponer algunas de nuestras lucubraciones –atinadas o no–, que versan sobre el mundo cervantino del Quijote y el legendarium de Tolkien (legendarium es una palabra que Tolkien tomó del latín para nombrar al conjunto de historias sobre Arda).

1

El primer paralelismo tiene que ver con la vida de ambos autores, pues combatieron en guerras de gran importancia histórica. Cervantes luchó en varias ocasiones, una de las más importantes fue en la Batalla de Lepanto acaecida el 7 de octubre de 1571, frente a las costas de la ciudad de Naupacto, al occidente de la Grecia continental. En ella se enfrentaron el Imperio Turco Otomano contra una coalición de estados europeos denominada la Liga Santa, la cual tenía por objetivo detener la expansión de los turcos, y efectivamente, esta batalla frenó el avance otomano sobre la Europa Occidental y el Mediterráneo. Cervantes llega a referirse –en tercera persona– a su vida de soldado y participación esta batalla de esta forma:

Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades; perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo [Juan de Austria] del rayo de la guerra, Carlos V, de felice memoria." (Cervantes, 1972, prólogo, p. 1.).

Por otro lado, a Tolkien le tocó combatir en las trincheras de la Primera Guerra Mundial; participó en la batalla del Somme, como oficial de comunicaciones. Esta batalla librada en 1916 fue de las más largas y sangrientas de la Gran Guerra, en ella Inglaterra y Francia trataron de hacer retroceder a Alemania, sin éxito. Sólo para darnos una idea de la magnitud del enfrentamiento, es necesario mencionar que el primer día de combate, los británicos perdieron 60 000 soldados, avanzando en un mes sólo dos millas y media; al finalizar la batalla, Alemania había perdido 500 000 soldados, y británicos y franceses 600 000 efectivos, sin contar con desaparecidos y heridos (Thomson, 1992, Pp. 81-82).

La batalla del Somme perteneció a la fase de la guerra llamada “Guerra de posiciones” o “Guerra de trincheras”, que se produjo tras el estancamiento del avance de los ejércitos europeos; se siguió la estrategia de crear posiciones reciamente fortificadas, donde la infantería cavaba trincheras para protegerse del fuego enemigo, los británicos trataron de romper las defensas con aviación, y un nuevo vehículo blindado: el tanque. Precisamente fue en esta clase de campo de batalla en el cual Tolkien estuvo involucrado, le tocó ver los edificios en ruinas, explosiones, centenares de hombres heridos y mutilados, cadáveres espantosamente destrozados por granadas, tropas cavando tumbas, olor a podredumbre, trincheras infestadas de ratas, piojos e inundadas de aguas negras. Los amigos de Tolkien murieron en la guerra, el salió ileso del combate, pero por las condiciones insalubres adquirió la llamada “fiebre de las trincheras”, pon lo cual fue llevado atrás del frente de batalla y posteriormente a Inglaterra, donde se recuperó sin tener que regresar al infierno de la guerra (Carpenter 2002, pp. 96-102). Años más tarde escribiría cómo su experiencia en la Gran Guerra había influido en la redacción de algunas partes de El Señor de los Anillos: “Las Ciénagas de los Muertos y las inmediaciones de Morannon deben algo al Norte de Francia después de la Batalla del Somme.” (Tolkien, 1993, Carta núm. 226, De una carta al profesor L. W. Forster, 31 de diciembre de 1960, p. 354).

2

En el terreno literario, las concordancias son más abundantes. Cervantes y Tolkien se presentan a sí mismos como historiadores o traductores de obras ya existentes. Cervantes nos cuenta como los eruditos debatían sobre las hazañas de un tal Alonso Quijano, y él sólo presenta parte de sus inquisiciones sobre los archivos y tradiciones manchegas. A partir del capítulo IX de la primera parte, Cervantes nos narra cómo encuentra en el mercado de Toledo un manuscrito escrito en caracteres arábigos. Después de contratar los servicios de un traductor y comprar los papeles viejos, descubre que el manuscrito es nada menos que una Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo (Cervantes, 2004, Primera Parte, Cap. IX, pp. 85-88). A partir de este momento, Cervantes se muestra como editor, comentarista y enmendador (pues el autor original es un musulmán enemigo de España, ha tergiversado la historia) de dicho manuscrito, con lo que él puede presentar y dar a conocer la verdadera historia del Caballero de la Triste Figura, tanto en la primera como en la segunda parte de El Quijote.

En los borradores de lo que sería su legendarium, Tolkien nombra un personaje llamado Ælfwine o Eriol. Según los borradores más tempranos, Ælfwine de Inglaterra fue un marinero anglosajón, nacido alrededor del siglo X, único mortal de “nuestros días” que al navegar por el mar, naufragó en la isla de Tol Eressëa habitada por elfos. Ahí conoce a Pengolodh, el mayor cronista de la Tierra Media, quién le cuenta la Ainulindalë, el Quenta Silmarillion, el Libro Dorado, la Narn i Chîn Húrin, los Anales de Aman y los de Beleriand. Ælfwine-Eriol regresa a Bretaña donde vuelve todas estas historias al inglés antiguo, de las cuales Tolkien traduciría al inglés moderno y serían las historias que el presenta (Björkman, 2002). Al editarse El Silmarillion en 1977, Ælfwine-Eriol queda fuera de la historia, perdiéndose la relación entre la realidad primaria y la Tierra Media. También en El hobbit y en El Señor de los Anillos Tolkien aparece como historiador-traductor, de una serie de libros que menciona en el prólogo, nos da títulos como Historia de una ida y de una vuelta también conocido como Libro Rojo de la Frontera del Oeste (donde se encuentra la fuente “histórica” de El Hobbit), Cronología de la Comarca, Herbario de la Comarca, Palabras y Nombres Antiguos de la Comarca (Tolkien, 2013a, prólogo, Pp. 15-36).

En los Apéndices, aumenta significativamente el número de nombres y la referencia a “archivos antiguos” sobre las edades pasadas (Tolkien, 2002b). Un último ejemplo lo encontramos en Egidio, el granjero de Ham, dónde más que historiador, Tolkien se presenta como traductor de un manuscrito en latín insular (Tolkien, 2012, pp. 103-154), ambientado en el periodo más obscuro –historiográficamente hablando– de las islas británicas, la llamada Alta Edad Media, es decir los siglos V y VI, desde que el Imperio Romano abandona la isla, y se produce la llegada de invasores anglos, sajones y daneses (Malet e Isaac, 1959, P. 126), es en este período donde se localizan temporalmente las leyendas del ciclo artúrico.

3

Tanto Cervantes como Tolkien retratan un pasado idílico, un pasado desaparecido por la degeneración de los valores antiguos. Don Quijote nos habla de este mundo en el denominado “Discurso de la Edad de Oro”, donde se presenta un pasado cuasi comunista de inspiración edénica: los habitantes de esa edad ignoraban las palabras de tuyo y mío, todas las cosas eran comunes, la humanidad vivía en sintonía con la naturaleza, todo era paz, todo era amistad, todo era concordia. No había fraude, ni engaño ni malicia, la justicia estaba en sus propios términos, no había qué juzgar ni quién fuese juzgado (Cervantes, 2004, Primera Parte, Cap. XI, 97-99). Con la desaparición de ese mundo, fue necesario instaurar la orden de caballería andante, “para defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos” (Ídem). El mundo caballeresco sólo era el ideal de cómo debía ser la sociedad medieval, un ideal que sólo existía en los libros de caballería, universo y género literario que estaba en su declive para principios del siglo XVII. Cervantes le da el golpe de gracia a los libros de caballería al escribir Don Quijote de la Mancha, la historia de un hombre maduro que pierde el juicio por leer libros de caballería, saliendo de su pueblo creyéndose caballero andante, para enmendar el mundo, desfacer los tuertos, rescatar princesas y matar criaturas mitológicas. Irónicamente, cuando Cervantes escribió la parodia de los libros de caballería, inmortalizó al caballero andante más famoso de todos los tiempos.

Tolkien va mucho más lejos que simplemente retratar un pasado perdido, él tenía el “deseo de crear una mitología para Inglaterra” (Carpenter, 2002, P. 106). Para entender esto debemos de revisar un poco la historia de Inglaterra. Desde el siglo V a.d.n.e., las islas británicas estuvieron habitadas por pueblos de origen celta. Después del periodo de dominación romana –que abarco de los siglos I a V d.n.e. –, la antigua provincia romana de Britania fue invadida –como mencionamos arriba– por anglos, sajones y daneses, trastocando el estilo de vida celta. Una segunda invasión a manos de los normandos en 1066, borró los vestigios de leyendas celtas existentes. Tolkien lamentaba que la mitología típicamente inglesa había desaparecido tras esta serie de conquistas, a diferencia de las Eddas islandesas, o el Kalevala finlandés. Por tal motivo se propuso crear un pasado mitológico inglés, un corpus de leyendas que estuviera a la altura de las grandes creaciones mitológicas de la humanidad:

“…tenía intención de crear un cuerpo de leyendas más o menos conectadas, desde las amplias cosmogonías hasta el nivel del cuento de hadas romántico -lo más amplio fundado en lo menor en contacto con la tierra, al tiempo que lo menor obtiene esplendor de los vastos telones de fondo-, que podría dedicar simplemente a Inglaterra, a mi patria. Debía poseer el tono y la cualidad que yo deseaba, algo fresco y claro, impregnado de nuestro «aire» (el clima y el terreno del Noroeste, Bretaña y las partes más altas de Europa, no Italia ni el Egeo, todavía menos el Este); y aunque poseyera (si fuera capaz de lograrla) la sutil belleza evasiva que algunos llaman céltica (aunque rara vez se la encuentra en los verdaderos objetos célticos antiguos), debería ser «elevado», purgado de bastedad y adecuado a la mente más adulta de una tierra ahora hace ya mucho inmersa en la poesía. Trazaría en plenitud algunos de los grandes cuentos, y muchos los dejaría esbozados en el plan general. Los ciclos se vincularían en una totalidad majestuosa, y dejaría márgenes para que otras mentes y manos hicieran uso de la pintura, la música y el teatro”  (Tolkien, 1993, Carta núm. 131, A Milton Waldman [borrador], finales de 1951, p. 172).

El génesis del legendarium de Tolkien se remonta a los años 1917-1925, después de su convalecencia por la “fiebre de las trincheras”. Durante este periodo escribió El libro de los cuentos perdidos, donde se esbozaron las historias de Los hijos de Húrin y Beren y Luthien. Estos relatos serían el borrador de lo que posteriormente sería publicado parcialmente como El Silmarillion en 1977. Tres fueron las motivaciones para que Tolkien emprendiera la creación de una mitología completa, una tarea con pocos paralelos en la historia de la literatura: el amor por los lenguajes, un lugar donde expresar sus sentimientos, y crear una mitología para Inglaterra.

A Tolkien le gustó desde su juventud inventar lenguas, lo que llevó a crear una realidad literaria completa (Carpenter, 2002, Pp. 105-115). El universo fantástico fue hecho ex profeso para que los idiomas inventados, como el Eldarin, Quenya o Sindarin, tuvieran un escenario donde situarse. Tolkien nos presenta un mundo ficticio con un grado de complejidad pocas veces logrado (pocos son los universos ficticios que han logrado ese nivel de complejidad, existen los casos de Conan de Robert E. Howard, las Sagas Robots, Imperio y Fundación de Isaac Asimov, Star Trek de Gene Roddenberry o Star Wars de George Lucas, los dos últimos con ayuda de otros autores): una tierra mágica con geografía y toponimia propias, habitado por criaturas y culturas exóticas, diversas razas y pueblos como los elfos, magos, hombres, enanos, hobbits, orcos, trolls, dragones, cada uno con lenguas, alfabetos y fonologías propias, y una historia de varios miles de años en común, es lo que tiene Arda con sus continentes de Aman y la Tierra Media, separados por océanos. Tolkien no trataba de dar a entender que lo que él describía hubiese ocurrido en la antigüedad, sino dar la ilusión de un pasado mitológico:

“La Tierra Media es nuestro mundo. He situado (como era de esperar) la acción en un período de la antigüedad imaginario por completo (aunque no del todo imposible), en que la forma de las masas continentales era diferente” (Tolkien, citado por Carpenter, 2002, P. 107).

4

Las épocas en las cuales vivieron nuestros autores fueron de grandes cambios en los ámbitos políticos, sociales, culturales y tecnológicos. Fue el rubro tecnológico sin duda uno de los que más repercutió en la vida de nuestros autores, pues los avances en la tecnología bélica de sus respectivas épocas revolucionó la forma de hacer la guerra, de llevar la violencia mortal a otro nivel.

Ya mencionamos cómo en la Batalla de Lepanto, Cervantes recibió un arcabuzazo en la mano izquierda, dejándole dicha extremidad inmovilizada de por vida, la cual menciona que él tenía esa herida por hermosa; por este motivo se ganó el apodo de “El manco de Lepanto”. Cuando Don Quijote pronuncia el “Discurso sobre las armas y las letras”, se vuelve a mencionar la herida en la mano, en esta ocasión se mencionan los premios que recibe el soldado con el símil de los académicos: “Lléguese, pues, a todo esto, el día y la hora de recibir el grado de su ejercicio: lléguese un día de batalla, que allí le pondrán la borla en la cabeza, hecha de hilas, para curarle algún balazo que quizá le habrá pasado las sienes o le dejará estropeado de brazo o pierna” (Cervantes, 2004, Primera Parte, Cap. XXXVIII, P. 395).

Estas reflexiones probablemente fueron producto de los años restantes que vivió sin poder mover la mano izquierda. ¿Cómo sería la historia si esa bala de arcabuz hubiera impactado en la mano derecha? ¿Habría escrito Cervantes El Quijote? Preguntas sin respuesta que caen al saco roto del “hubiera”; lo que sí nos gustaría resaltar, es el choque que debió de sentir el joven Cervantes (de 24 años) al estar luchando con fiebre, en una batalla naval tan grande, y de la nada recibir tres impactos de arcabuz. La pólvora se había convertido en un invento que en la guerra era mortal, para conocer la opinión de Cervantes sobre las armas de fuego, conviene traer la siguiente cita del “Discurso sobre las armas y las letras”:

Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención, con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero, y que sin saber cómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala (disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina) y corta y acaba en un instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos. Y así, considerando esto, estoy por decir que en el alma me pesa de haber tomado este ejercicio de caballero andante en edad tan detestable como es esta en que ahora vivimos; porque aunque a mí ningún peligro me pone miedo, todavía me pone recelo pensar si la pólvora y el estaño me han de quitar la ocasión de hacerme famoso y conocido por el valor de mi brazo y filos de mi espada, por todo lo descubierto de la tierra (Cervantes, 2004, Primera Parte, Cap. XXXVIII, P. 397).

El Quijote es una crítica de como las instituciones tradicionales son desplazadas por los nuevos organismos del Estado moderno: los ejércitos regulares, la Santa Hermandad, los Consejos de letrados y juristas, ocupaciones que antes eran desarrolladas por los caballeros, y ahora son realizados por un cuerpo de burócratas. De igual forma, la defensa de la paz ya no recae en los caballeros, sino en los ejércitos modernos, pagados por el Estado, la soldadesca y artillería; la guerra moderna ya no permite la búsqueda de la gloria y honra personales. En El Quijote, vemos como Cervantes considera la profesión de soldado por encima que la de los religiosos y letrados (recordemos que Cervantes estuvo ligado al Estado profesando como soldado y alcabalero). En cierta ocasión, cuando le dicen a Don Quijote que la profesión de caballero andante es una de las más estrechas de la tierra, que aun la de los frailes cartujos no es tan estrecha, responde:

“—Tan estrecha bien podía ser —respondió nuestro don Quijote—, pero tan necesaria en el mundo […] Porque, si va a decir verdad, no hace menos el soldado que pone en ejecución lo que su capitán le manda que el mismo capitán que se lo ordena. Quiero decir que los religiosos, con toda paz y sosiego, piden al cielo el bien de la tierra, pero los soldados y caballeros ponemos en ejecución lo que ellos piden, defendiéndola con el valor de nuestros brazos y filos de nuestras espadas, no debajo de cubierta, sino al cielo abierto, puestos por blanco de los insufribles rayos del sol en el verano y de los erizados yelos del invierno. Así que somos ministros de Dios en la tierra y brazos por quien se ejecuta en ella su justicia. Y como las cosas de la guerra y las a ellas tocantes y concernientes no se pueden poner en ejecución sino sudando, afanando y trabajando, síguese que aquellos que la profesan tienen sin duda mayor trabajo que aquellos que en sosegada paz y reposo están rogando a Dios favorezca a los que poco pueden (Ibíd. Cap. XIII, Pp. 112-113.).

Sobre los letrados da su opinión en el famoso “Discurso de las armas y las letras”, donde se pronuncia sobre la importancia de las armas sobre las letras, también aquí Cervantes –por medio de Don Quijote– expresa que la única forma de vivir ordenadamente es a través del monopolio de la violencia por parte del Estado:

Y, entre las que he dicho, dicen las letras que sin ellas no se podrían sustentar las armas, porque la guerra también tiene sus leyes y está sujeta a ellas, y que las leyes caen debajo de lo que son letras y letrados. A esto responden las armas que las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de cosarios, y, finalmente, si por ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus privilegios y de sus fuerzas (Ibíd. Cap. XXXVIII, P. 396).

Durante los años de vida de Tolkien también se suscitaron grandes cambios tecnológicos, y las dos guerras mundiales provocaron la industrialización a gran magnitud de las islas británicas. En el legendarium de Tolkien no solamente se crea un pasado mitológico perdido, sino también un estilo de vida rural en que él creció, y para su madurez había desaparecido. Tolkien creció en Sarehole, aldea pequeña cerca de Birmingham, este lugar tenía todo lo que Tolkien expondría como la idílica vida de La Comarca: campos verdes, árboles, aire fresco, un río con molino, áreas que explorar e ir de picnic (Crabbe, 1985, Pp. 14-15). En la dicotomía bien-mal de El Señor de los Anillos, existe la lucha entre lo natural y lo artificial, lo bello y lo feo. Por el bando del bien vemos el uso de tecnología, cuyo fin es crear, mientras que la maldad usa la tecnología con el fin de corromper las cosas creadas. Existen ejemplos en los escritos de Tolkien donde muestra su aversión por las máquinas, por la tecnología que corrompe; en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial se expresa así sobre las máquinas:

“Bueno, la Primera Guerra de las Máquinas parece estar acercándose a su capítulo final y carente de conclusiones, dejando a todos, ¡ay!, más pobres; a muchos, desgraciados o mutilados; a millones, muertos, y sólo una cosa triunfante: las Máquinas. Como los servidores de las Máquinas se están convirtiendo en una clase privilegiada, las Máquinas han de ser enormemente más poderosas” (Tolkien, 1993, Carta núm. 96, A Christopher Tolkien, 30 de enero de 1945, p. 134).

La creación, la imaginación es una cualidad sublime de las criaturas bondadosas de la Tierra Media, mientras que las criaturas malignas sólo buscan la destrucción y el dolor. Sobre estas menciona: “Es probable que ellos [los trasgos] hayan inventado algunas de las máquinas que desde entonces preocupan al mundo, en especial ingeniosos aparatos que matan enormes cantidades de gente de una vez, pues las ruedas y los motores y las explosiones siempre les encantaron, como también no trabajar con sus propias manos más de lo indispensable…” (Tolkien, 2013b, P. 72). En El Señor de los Anillos vemos como el uso de tecnología por parte de la maldad es con el fin de destruir. Basta ver el daño a los bosques para usarlos como combustible, la reacción de Bárbol y los elfos, y la industrialización forzada de La Comarca por parte de Zarquino (Saruman), para conocer la opinión de Tolkien sobre las máquinas. (Tolkien, 2001a, 2002a, 2013a, pássim.) Incluso en las facciones opuestas, existe una marcada oposición entre lo natural y lo humano (entendiéndolo como corruptor): Los Elfos del Bosque, los Enanos de la Montaña; el estandarte de los hombres Rohan es un Caballo Blanco, y el de Gondor es un Árbol Blanco con Siete Estrellas. Mientras que por el lado del mal, vemos un Ojo Rojo en el estandarte de Barad-dûr y la Mano Blanca de Saruman (Crabbe, 1985, P. 123).

5

Una última concordancia que podemos mencionar es que ambos están en contra de la guerra –la vivieron en carne propia– pero aceptan la guerra cuando es justa o en defensa de lo correcto. La “guerra justa” es una doctrina teológica-política del cristianismo, desarrollada durante la Edad Media por Agustín de Hipona, y continuada por Tomás de Aquino, Francisco de Vitoria, Francisco Suárez y Luis de Molina, que se mantuvo prácticamente sin actualización hasta Pío XII. Esta doctrina establece bajo qué criterios es tolerable la guerra siguiendo los preceptos de la religión cristiana; a grandes rasgos puede decirse que la doctrina de la guerra justa clásica “distingue entre las condiciones que se deben satisfacer antes de iniciarse la actividad bélica (ius ad bellum), y aquellas que han de presidir su desarrollo (ius in bello)” (Segura, 2002, Pp. 53-54).

El derecho antes de guerra consiste en los siguientes puntos (Ídem):

1-    La guerra debe ser declarada y llevada a cabo por una autoridad legítima (legitima potestas).
2-    Debe servir a la defensa de bienes y derechos de carácter esencial, puestos en peligro por una amenaza injustificada (iusta causa).
3-    Antes de optar por la utilización de la violencia deberán agotarse todas las alternativas posibles (ultima ratio).
4-    El mal que se produzca a consecuencia de la guerra no debe ser mayor a la injusticia que se pretende combatir (proportio effectuum):
5-    Debe existir una perspectiva de éxito suficientemente justificada (bonus eventus).

Aparte de respetar los puntos anteriores, debe de seguirse cierta normatividad en la guerra directa (Ídem):

1-    Proporcionalidad: los medios utilizados han de estar en relación con los bienes que se persiguen. En otras palabras: para que un acto militar esté justificado, el fin perseguido debe tener más peso que cualquier consecuencia negativa que pudiera resultar del mismo.
2-    Discriminación: la fuerza militar debe utilizarse de tal forma que se respete la distinción entre combatientes y no-combatientes. Y, en cualquier caso, la matanza intencional de no-combatientes no puede justificarse.

Nuestros dos autores –de religión católica– comparten esta doctrina para realizar la guerra en sus mundos literarios. Las ideas de la guerra y la paz cervantinas son producto del contexto europeo. Cervantes defiende el imperialismo hispano, y en sus comentarios está a favor de enfrentar a los enemigos de la Monarquía Católica: el Imperio Turco, los cismas protestantes en Inglaterra y Países Bajos, las traiciones políticas de Francia, y la piratería en el Mediterráneo y América (Insua, 2007a). Explícitamente Cervantes menciona –por medio de Don Quijote– que la forma correcta para conducirse en el uso de las armas es la doctrina de la guerra justa; argumenta sus locuras por pertenecer a la Orden de Caballería Andante, que le permite usar la fuerza para "deshacer agravios y enderezar entuertos":

 “Los varones prudentes, las repúblicas bien concertadas, por cuatro cosas han de tomar las armas y desenvainar las espadas y poner a riesgo sus personas, vidas y haciendas: la primera, por defender la fe católica; la segunda, por defender su vida, que es de ley natural y divina; la tercera, en defensa de su honra, de su familia y hacienda; la cuarta, en servicio de su rey en la guerra justa; y si le quisiéremos añadir la quinta, que se puede contar por segunda, es en defensa de su patria. A estas cinco causas, como capitales, se pueden agregar algunas otras que sean justas y razonables y que obliguen a tomar las armas…” (Cervantes, 2004, Segunda parte, Cap. XXVII, P. 764).

Las opiniones de Cervantes por la guerra justa están marcadas por su época, así ve débil la política exterior de Felipe II (que reinó en los años 1556-1598), pues no supo sacar partida de Lepanto, ni supo sacar provecho de la anexión de Portugal en 1580. Al final de su reinado, Felipe II tiene que aceptar una serie de paces que trastocan el orden hispano, una situación en que “las letras” superaron a “las armas”: las treguas con Turquía en 1577 y 1584, la Paz de Vervins con Francia en 1598, el Tratado de Londres en 1604, y la Tregua de los Doce Años o Tregua de Amberes, con las Provincias Unidas [Países Bajos] en 1609, que empantanaron la política de Felipe II y su sucesor Felipe III (Insua, 2007a).

Tolkien por su lado era anti-belicista, el haber luchado en las trincheras y perder a sus amigos en la Gran Guerra fue suficiente para que se manifestara en contra del uso de la violencia como herramienta para acabar con los males del mundo, pues ya “…bastantes miserias y dolores hay en el mundo sin que las guerras vengan a multiplicarlos” (Tolkien, 2002a, P. 314). Se horroriza con la noticia del estallido de las bombas atómicas sobre Japón (Tolkien, 1993, Carta núm. 102, A Christopher Tolkien, 9 de agosto de 1945, p. 139), y declaraba su dolor y repugnancia por el imperialismo norteamericano y británico en el Lejano Oriente (Ibíd., Carta núm. 100, A Christopher Tolkien, 29 de mayo de 1945, p. 139). Aunque en sus escritos existen elementos suficientes para identificar el concepto de la guerra justa en su pensamiento, siguiendo la dicotomía bondad-maldad del cristianismo. Tolkien opinaba sobre las guerras lo siguiente:

“El estúpido desperdicio de la guerra es tan enorme, no sólo material, sino también moral y espiritual, que desconcierta a quienes tienen que soportarlo. Y siempre lo hubo (a pesar de los poetas) y siempre lo habrá (a pesar de los propagandistas); por supuesto, no es que no fue, es y será necesario enfrentarlo en un mundo maligno” (Ibíd., Carta núm. 64, A Christopher Tolkien, 30 de abril de 1944, p. 93).

Sobre sus amigos muertos en la Gran Guerra, hace el siguiente juicio: “el ofrecimiento de sus varias vidas en esta guerra (que, a pesar de todo el mal que por ella nos advenga, es, desde una perspectiva más amplia, buena en su oposición al mal)” (Ibíd., Carta núm. 5, A G. B. Smith, 12 de agosto de 1916, p. 18). Para Tolkien, la guerra es un mal que en caso de defensa, es necesario, y esto está reflejado en su legendarium. Si bien en todo su mundo fantástico existen diversas guerras, por lo menos en la “Guerra del Anillo” narrada en El Señor de los Anillos, vemos cómo el lado del bien cumple la mayoría de los puntos de la ius ad bellum y el ius in bello, mientras que el lado de la maldad incumple los preceptos de la guerra justa. El bando del bien, conformado por reinos legítimos de elfos, enanos y hombres, se ve obligado a defenderse de la amenaza de Mordor e Isengard, fortalezas defendidas por hombres malvados y orcos, criaturas corruptas gobernadas por los traidores Sauron y Saruman. El bando del bien sólo tiene dos opciones frente a la guerra: sucumbir o pelear, por lo que no puede producirse un mal mayor y la perspectiva de éxito no necesita justificación. La facción del mal sólo busca corromper el mundo, por lo que no hace distinción entre combatientes y no-combatientes. Todo lo anterior puede resumirse en lo que menciona Faramir a Frodo cuando le explica porque defiende Minas Tirith: “Guerra ha de haber mientras tengamos que defendernos de un poder destructor que nos devoraría a todos… (Tolkien, 2002a, P. 347).

A manera de conclusión, consideramos que existen cinco paralelismos entre la obra literaria de Cervantes y Tolkien: 1) Un hecho capital es que ambos fueron soldados, sus vivencias en la guerra influyeron notablemente en sus creaciones literarias y en la forma de concebir el mundo. 2) Otro paralelismo notable, es que ambos se presentan como historiadores, así inventan títulos de manuscritos de dónde han tomado los datos “históricos” para escribir sus historias, es decir, existe un juego entre el escritor y lector en el que se pretende que lo narrado pertenece a la realidad primaria. 3) Las guerras en que combatieron se situaron en épocas de importantes cambios tecnológicos, que propiciaron una revolución en el arte bélico, pero también se extendieron a otros ámbitos de la sociedad humana, en especial en el pensamiento, así se palpa un cambio importante en los sistemas de creencias y valores, que ya no son los mismos con los cuales crecieron nuestros autores. 4) Por eso en sus mundos literarios encontramos una lucha constante entre lo viejo y lo nuevo, lo correcto y lo incorrecto, en cómo en el pasado desaparecido las cosas eran mejores y ahora las cosas se están transformando en otra cosa, no siempre para bien. 5) Por sus escritos podemos ver que compartían los preceptos de la doctrina de la guerra justa, de origen cristiana. Estos paralelismos son –los que a nuestro juicio– podemos resaltar de estos dos soldados-poetas.


FUENTES
BIBLIOGRÁFICAS

CARPENTER, HUMPHREY.
(2002) J.R.R. Tolkien: Una biografía. Traducción de Carlos Peralta. España, Planeta DeAgostini-Minotauro, (Biblioteca Tolkien).
CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE.
(1972) Novelas ejemplares. Comentario de Sergio Fernández. 11ª edición, México, Editorial Porrúa, (Sepan cuantos… núm. 9).
(2004) Don Quijote de la Mancha. Estudios de Mario Vargas Llosa y Francisco Ayala; Edición y notas de Francisco Rico. 6ª reimpresión, México, Real Academia Española-Alfaguara, (Edición del IV centenario).
CRABBE, KATHARYN F.
(1985) J.R.R. Tolkien. Traducción de Federico Patán. Fondo de Cultura Económica, (Breviarios núm. 408).
MALET, ALBERTO; ISAAC, J.
(1959) La Edad Media. Con la colaboración de Narciso Binayá. Edición enteramente refundida y puesta al día. Buenos Aires, Librería Hachette.
THOMSON, DAVID.
(1992) Historia mundial de 1914 a 1968. Traducción de Edmundo O‘Gorman. 10ª reimpresión [de la 2ª edición], México, Fondo de Cultura Económica, (Breviarios núm. 142).
TOLKIEN, J.R.R.
(1993) Cartas de J.R.R. Tolkien. Recopilación de Humphrey Carpenter con la colaboración de Christopher Tolkien. Traducción de Rubén Masera. España, Planeta DeAgostini-Minotauro, (Biblioteca Tolkien).
(2001a) El Señor de los Anillos 2. Las dos Torres. Traducción de Matilde Horne y Luis Domèmenech. 10ª reimpresión, México, Editorial Planeta-Minotauro.
(2001b) El Silmarillion. Edición de Christopher Tolkien. Traducción de Rubén Masera y Luis Domèmenech. Reimpresión, Minotauro.
(2002a) El Señor de los Anillos 3. El retorno del Rey. Traducción de Matilde Horne y Luis Domèmenech. España, Planeta DeAgostini-Minotauro, (Biblioteca Tolkien).
(2002b) El Señor de los Anillos. Apéndices. Traducción de Rubén Masera. España, Planeta DeAgostini-Minotauro, (Biblioteca Tolkien).
(2012) Cuentos desde el Reino peligroso [Antología de relatos]. Ilustrado por Alan Lee. Traducción de Estela Gutiérrez. 3ª reimpresión, Editorial Planeta-Minotauro-Booket, (Biblioteca J.R.R. Tolkien).
(2013a) El Señor de los Anillos 1. La comunidad del Anillo. Traducción de Luis Domèmenech. 3ª reimpresión. México, Editorial Planeta-Minotauro-Booket, (Biblioteca J.R.R. Tolkien).
(2013b) El Hobbit. Traducción de Manuel Figueroa. 7ª reimpresión, Editorial Planeta-Minotauro-Booket, (Biblioteca J.R.R. Tolkien).

ARTÍCULOS DE LIBROS

SEGURA ETXEZÁRRAGA, JOSEBA.
(2002) “La teología cristiana ante la guerra justa” en: CARRILLO CÁZARES, ALBERTO. La guerra y la paz. Tradiciones y contradicciones. El Colegio de Michoacán, Zamora, Vol. I, Pp. 47-69.

PÁGINAS WEB

BJÖRKMAN, MÅNS.
(2002) Los Cronistas de Arda. Traducción de “Eviore”, en: http://www.uan.nu/dti/trad-cronic.html (Consultado 18 de septiembre de 2014)
INSUA RODRÍGUEZ, PEDRO
(2007a) “Guerra y Paz en El Quijote, I”, en: El Catoblepas. Revista crítica del presente. Núm. 59, enero, 2007. En: http://www.nodulo.org/ec/2007/n059p12.htm (Consultado 15 de octubre de 2014)
(2007b) “Guerra y Paz en El Quijote, II”, en: El Catoblepas. Revista crítica del presente. Núm. 68, octubre, 2007. En: http://www.nodulo.org/ec/2007/n068p10.htm (Consultado 15 de octubre de 2014)

--------------------------------------------------------------------------

CARVAJAL MEDINA, RICARDO. “Algunos paralelismos entre Cervantes y Tolkien”, en: Letrina. Letras para tocador y otros lapsus lingüe, México, 2014, Revista en línea con apoyo de la Beca Edmundo Valadés del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, septiembre-octubre, núm. 15, Pp. 6-21. (Consultado 18 de noviembre de 2014, http://issuu.com/revistaletrina/docs/letrina_15)

miércoles, 19 de marzo de 2014

Nicolás Alberto González Varela - Tanques y Orcos: Tolkien en la Gran Guerra

El siguiente texto fue escrito por un bloguero de nombre Nicolás Alberto González Varela, y publicado en su blog fliegecojonera.blogspot.com (también publicado aquí). Todo el credito es para él, nosotros lo reproducimos con los hipervínculos (salvo aquellos caducos). Agregamos imágenes al texto para hacerlo más llamativo al público. También agregamos algunos pasajes aclaratorios entre corchetes, para los que no esten familiarizados con el estílo académico de los texos.

 “El instante –relata Ernst Jünger– en que hacen aparición ante las posiciones alemanas en el Somme los primeros carros blindados impulsados por motores, es un momento de elevado rango en la historia de las guerras. El carro de asalto es un medio de expresión de una nueva época de la guerra”. La idea no era nueva, Jünger lo reconoce. Da Vinci ya había pensado un tanque propulsado por caballos u hombres con manivelas. H. G. Wells lo imaginó como “largos y torpes insectos negros” y a vapor en “Land Ironclads” (1903). Este fin de semana se cumplieron 90 años de la aparición en los campos de batalla de un arma monstruosa que cambiaría la forma de la intuición bélica: el Tanque. En realidad la fecha exacta es 15 de septiembre de 1916. Lo recordó, cómo no, la memoriosa BBC. El lugar geográfico del bautismo fue, bautizado irónicamente por los british, “the Chimpanzee Valley”. Se trata, tal vez, del lugar en la tierra que concentra más personas muertas de manera violenta y atroz: el triángulo formado por Baupame, Péronne y Albert, en el noroeste de Francia. Un lugar tenebroso que sin embargo inspiró poesía, prosa y literatura mayores, donde convivieron en la penuria los mayores talentos de Europa.
Diseño de Da Vinci
Un tanque 'C' de la Compañia Mark I (C. 19 "Clan Leslie")  Chimpanzee Valley, 15 de septiembre de 1916. Los tanques entraron por primera vez en acción en ese día.
Mapa de la Batalla del Somme

El tanque surgió como una nueva táctica del ejército inglés para quebrar el Stalemate [estancamiento] de la guerra de trincheras. Se puso muchísima esperanza en la nueva arma maravillosa, que era una evolución de un tractor pobremente blindado que debía transportar artilleros, piezas y armamentos vadeando las trincheras. Winston Churchill, joven Lord del Almirantazgo, creía que los “caterpillar” podrían principalmente transportar armas, romper las alambradas y dominar la línea de fuego. Debían combinarse en ataques con infantería, humo y gas mortal. Su primer fabricante fue William Foster & Co Ltd of Lincoln, un manufacturero de trilladoras y máquinas de vapor móviles. Ya tenía un buen y suculento contrato en 1914 para proveer tractores con motores de petróleo de 105 HP y vagones artilleros al ejército. De casualidad, esos tractores fueron probados atravesando obstáculos varios, entre ellos una trinchera de 8 pies de ancho. Se pensó que el mismo tractor podía transportar su propio puente portátil. Se reemplazaron las tradicionales ruedas por una cadena llamada “Centipede Tracks” (luego serían cambiadas por el modelo americano). La idea estaba ahí. Las exigencias de Whitehall eran “to design a machine strongly armoured, carrying powerful guns, capable of negotiating reasonable obstacles in the battle area and crossing the opposite trenches” [para diseñar una máquina fuertemente blindada, portando armas de gran alcance, capaces de superar obstáculos razonables en el área de batalla y cruzar las trincheras opuestas]. Se exigía que pudiera cruzar una trinchera de 5 pies. Nada más, ni nada menos. En 37 días bíblicos se construyó el primer prototipo, “Little Willie”, que pesaba 14 toneladas y lo conducían tres hombres, marchaba a una velocidad de 2 millas por hora. Hoy se puede ver en el Bovington Tank Museum. Paradójicamente llevaba un confiable motor diseñado por el enemigo: Daimler. El prototipo se mejoró con el “Mark I” y la primera prueba fue un poco vergonzosa. De 49 tanques disponibles, sólo 36 estaban listos para partir; de ellos sólo dos cruzarían las complejas y profundas trincheras alemanas. La prensa chauvinista los llamó “Steel monsters” [Monstruos de acero], “Land Cruisers” [Cruceros terrestres], “Hannibal’s elephant” [Elefantes de Aníbal]. Uno se hizo muy famoso, lo habían bautizado “Creme de Menthe” [Crema de Menta]. El avance sólo consiguió una ganancia de 4,8 km. con un costo de 420.000 bajas británicas (125.000 muertos). Sólo el primer día cayeron casi 60.000 soldados ingleses, la jornada más sangrienta en la historia militar del Reino Unido. Muchos críticos la llamaron la “Segunda Balaklava”. El matadero continuó sin descanso cuatro meses más…

Primer prototipo “Little Willie”

La Primera Guerra Mundial, o “Great War” [Gran Guerra], sacudió las estructuras sociales, económicas y demográficas de Europa más profundamente que cualquier otro acontecimiento desde la Revolución Francesa. Desencadenó procesos y dinámicas que modificaron radicalmente la forma de ver, hacer y entender la política. Se derrumbó para siempre el Ancien Regime [Antiguo Regimen], sea la monarquía victoriana, el zarismo o el imperio Junker alemán. El gran matadero imperialista acabó, cosa que nadie se esperaba, con el viejo status quo y se despertaron y movilizaron nuevas figuras sociales, algunas creadas por la misma guerra. En la cultura se vivió la gran crisis de la middle class [clase media], una de las víctimas de la pobreza y principal soporte del costo de los gastos bélicos. El resultado fue hambre, explotación, éxodo, emigración y muerte. Esta decadencia tuvo consecuencias nefastas, tanto en lo político-ideológico (fascismos) como en lo económico: mayor concentración de la riqueza, depresión salarial. Lo cierto es que la guerra aceleró procesos ya existentes, preparó el terreno para las revoluciones, ya de derecha, ya de izquierda. No sólo Rusia y Alemania, toda Europa central, Italia y en parte Francia estuvieron al borde de la revuelta popular. Y un buen sismógrafo fue la misma cultura, la poesía y la literatura, incluso la fantástica.

John Ronald Reuel Tolkien describía en 1945 la Segunda Guerra Mundial como “the First War of the Machines” ["la Primera Guerra de las Máquinas" (Carta no. 096)]. De la primera guerra recordaba la matanza mecánica y el horror del servicio activo. Muchos biógrafos explican su monumental obra, mitad escrita y mitad pensada en medio de la mayor masacre de la época, como producto de la experiencia de la guerra y el desencantamiento del mundo victoriano. Es enlistado en el 11th Lancashire Fusiliers. Pasó su primera noche en Étaples, el centro logístico de la BEF en Francia. Luego es enviado al frente justo para la sangrienta y polémica ofensiva en la zona del Somme. En carta a su hijo, Tolkien la llama simplemente “la carnicería”. Después de una larga barrera de artillería británica sobre la red de trincheras, los oficiales gritaban a las tropas: “¡No vais a necesitar vuestros fusiles; todos los alemanes estarán muertos en sus trincheras!” Entra por primera vez en combate entre el 14 y 16 de julio. Una compañía completa de su división desaparece en la primera oleada del ataque contra un strong point [posición fuerte] alemán en Ovilliers. Una sola ametralladora arrasa a los hombres. Después de una carnicería de 48 horas es relevada del frente, sin ganancia alguna. Lo trasladan de un lado al otro del frente (¡cuarenta y tantas veces!). En la 25º división es oficial de señales (teniente). Ha aprendido el código Morse, el uso de señales y bengalas y los teléfonos de campaña (el “Fullerphone”). Septiembre lo encuentra enterrado en una trinchera en Ovillers. Para tanto horror Francia es una pobre compensación. Salvo el vino, odia la lengua (¿se inspiró en estos babélicos chapuceos al crear el lenguaje “Elvish”?) y la cocina francesa. Los franceses le parecen brutales, sucios e indecentes. Sufre de “Gallophobia”. Con el bautismo del primer ataque de tanques, su división es enviada el 26 de septiembre a Hédauville, apoyando la penetración hacia el este. En un sucio y maloliente dugout [refugio subterráneo] en Thiepval Wood revisa durante dos días y noches, en un notebook [cuaderno] que no abandona, un cuento con un título provisorio: “Kortirion among the trees” (Kortirion a través de los árboles). Escribe un poema: “The Lonely Isle” (La isla solitaria) cuando cruza el Canal de la Mancha con su regimiento. Comienza parte del inconcluso “The Book of the Lost Tales” (El libro de los cuentos perdidos), editado póstumamente como “El Silmarillion”. En plena guerra de trincheras ha nacido toda su cosmogonía. En una carta al profesor L. W. Forster (31/XII/1960) le señala: “’El Señor de los Anillos’ fue, en realidad, empezado como obra independiente aproximadamente en 1937, y había llegado a la taberna de Bree antes de que asomara la sombra de la segunda guerra. Quizás el paisaje ‘Las Ciénagas de los Muertos’ y las inmediaciones de Morannon deben algo al norte de Francia después de la Batalla del Somme”.

Ovilliers
Fullerphone
Ovilliers
Thiepval Wood

El Mash Valley (Valle machacado), como llamaban los soldados a la carretera de Albert a Bapaume, se transformó en la segunda parte de “The Lord of the Rings” en la pavorosa marcha a través de las ciénagas putrefactas y llena de cadáveres de soldados anónimos. Sam y Frodo, guiados por Gollum, tratan tomar un atajo para llegar a Mordor: “A ambos lados y al frente de los viajeros se extendían grandes ciénagas y marismas, internándose al este y al sur en la penumbra pálida del alba. Unas brumas y vahos brotaban en volutas de los pantanos oscuros y fétidos. Un hedor sofocante colgaba en el aire inmóvil”, relata Tolkien en su novela. La No Man’s Land [Tierra de nadie] en el frente del Somme, como puede verse en muchas fotos, era una ciénaga monstruosa e inaudita, llena de cráteres y hondonadas revueltas en cadáveres, barro, armas, árboles tronchados y el olor nauseabundo de la muerte. Como en el Mash Valley, cubierto de humo y bruma, “pronto se perdieron en un paisaje umbrío y silencioso, aislado de todo el mundo circundante, desde donde no se veían ni las colinas que habían abandonado ni las montañas hacia donde iban”. Un paisaje inhumano, sin señales o vestigios de vida: “aquel pantano inmenso era en realidad una red interminable de charcas, lodazales blandos, y riachos sinuosos y menguantes. En esa maraña, sólo un ojo y un pie avezados podían rastrear un sendero errabundo… Nada de pájaros aquí. Hay serpientes, gusanos, cosas de las ciénagas. Muchas cosas, montones de cosas inmundas. Nada de pájaros”. Una Wasteland [tierra baldía] igual de artificial, creada por antecesores de Sauron y Saruman. En la parte más oscura de la ciénaga pueden ver las luces de los miles de cadáveres, como en el Mash Valley: “Sí, nos rodean por todas partes... Los fuegos fatuos. Los cirios de los cadáveres, sí, sí. ¡No les prestes atención! ¡No las mires! ¡No las sigas!...”. Sam, el verdadero héroe de la trilogía, es un personaje inspirado en el soldado inglés raso, el Tommy “rank-and-file”, en especial en la figura del “Batman” [soldaos rasos], el ordenanza de los oficiales (Tolkien dixit: "My Sam Gamgee is indeed a reflexion of the English soldier, of the privates and batmen I knew in the 1914 war, and recognized as so far superior to myself") [“Mi Sam Gamgee (Gamyi) es en realidad un reflejo del soldado inglés, de los asistentes y soldados rasos que conocí en la guerra en 1914, y que me parecieron tan superiores a mí mismo” (J.R.R. Tolkien. Una biografía de Humphrey Carpenter)]. Hasta su nombre, tomado del inglés coloquial, es de reminiscencias populares. Sam cae en las aguas y horrorizado comprueba que “hay cosas muertas, caras muertas en el agua… ¡Caras muertas!” ¿Quiénes son? Frodo contesta como lo haría el teniente Tolkien: “caras horrendas y malignas, y caras nobles y tristes. Una multitud de rostros altivos y hermosos, con algas en los cabellos de plata. Pero todos inmundos, todos putrefactos, todos muertos. En ellos brilla una luz tétrica”. Todos muertos, todos descompuestos: alemanes, ingleses, franceses, “Elfos y hombres y orcos”. Muerte y pobreza para muchos; inaudita riqueza y seguridad para pocos. Como decía Clive Staple Lewis en una recensión en 1955, allí está todo lo que vivió su generación en la guerra (Lewis combatió y fue herido en Arras): vívida camaradería, comunidad vital entre los compañeros, fraternidad con el enemigo, enemistad con las estructuras burocráticas y clasistas, sinsentido de las tácticas, la desilusión de los veteranos, todas vívidas “war scenes” [escenas de guerra].
El área de Shattered-Shell de Chateau Wood, Flandes. Fotografía por Frank Hurley.

Tolkien sigue en guerra, participa de otro ataque sangriento y absurdo sobre un reducto fortificado alemán, el “Schwaben Redoubt” (actualmente hay un cementerio con 1.304 tumbas). Allí estaba su propio y sangriento Morannon: “Al pie de las colinas, de extremo a extremo, habían cavado en la roca centenares de cavernas y agujeros; allí aguardaba emboscado un ejército de orcos, listo para lanzarse afuera a una señal como hormigas negras que parten a la guerra. Nadie podía pasar por los Dientes de Mordor sin sentir la mordedura, a menos que fuese un invitado de Sauron, o conociera el santo y seña que abría el Morannon, la puerta negra”. Como Morannon, el “Schwaber Redoubt” tenía una vigilancia insomne…y mortífera.
Fotografía aérea británica de trincheras alemanas al norte de Thiepval. El reducto Schwaben es la red de trincheras en la parte superior derecha de la fotografía.

El último ataque, esta vez exitoso, fue contra la peligrosa saliente de “The Pope’s Nose” a fin de septiembre. Tolkien y su compañía acaban con las letales ametralladoras, toma más de treinta prisioneros y conversa en correcto alemán con un joven teniente sajón a quién le ofrece agua fresca. Contrae la Trench Fever [fiebre de trinchera] y es relevado del servicio a fin de ese año. Volviendo a la retaguardia se encuentran con una columna de fabulosos tanques, el arma secreta, arrastrándose como gusanos escandalosos hacia la línea de fuego. Un oficial de caballería herido le comenta: “Neither horses nor riders had ever seen, or heard, any tanks before” (Ni los caballos ni los jinetes habían visto, u oído, tanques antes). Tolkien no los olvidará: ahí estarán sus propias máquinas fantásticas, sus propios tanques y asesinos voladores en “Silmarillon”: los dragones-gusano como Glaurung; los Balrogs con alas. A su hijo le confesó años después que “I took to 'escapism': or really transforming experience into another form and symbol with Morgoth and Orcs and the Eldalië (representing beauty and grace of life and artefact)…” [De modo que me dediqué al «escapismo»: o, en realidad, la transformación de la experiencia en otras formas y símbolos con Morgoth, los Orcos y los Eldalie (que representan la belleza y la graciade la vida y los artefactos)]. O transformaba su amarga experiencia en otra cosa… o llegaba la locura.
Del Servicio de Registro de J.R.R. Tolkien
Glaurung
Balrog
La casa en Birmingham donde J.R.R. Tolkien vivió

Batalla de Chemin des Dames
En noviembre de 1917 llega al hospital de Birmingham, la ciudad donde vivió su adolescencia. Sobre un cuaderno de ejercicios escolares escribirá un título: “Tuor y el exilio de Gondolin”. Luego lo tachará rabioso, para escribir a continuación: “Un teniente en el Somme”. Las memorias nunca las escribirá. No hacía falta. Su extraordinaria mitología es, al mismo tiempo, una memoria de las trincheras y una crítica al racionalismo industrial, al orden monárquico, a la uniformidad de masas, a la sociedad de consumo. En la primavera de 1918 recibe la noticia que su batallón completo ha sido aniquilado o tomado prisionero en la batalla de “Chemin des Dames” (reflejada en la famosa película de Kubrick, “Paths of Glory”). En el Foreword a la primer edición de “The Lord of the Rings” escribe: “One has personally to come under the shadow of war to feel fully its opresión… By 1918 all but one of my close friends were dead.” ["Uno tiene realmente que caer bajo la sombra de la guerra para sentir plenamente su opresión... En 1918 todos excepto uno de mis amigos más íntimos habían muerto. "] Uno tiene que salir de debajo de la sombra de la guerra para sentir plenamente su opresión… Como decía un gran poeta de la guerra, Siegfried Sassoon (que combatía junto con Robert Graves muy cerca de Tolkien):

La guerra es nuestro azote, aunque la guerra nos hace sabios,
y, luchando por la libertad, somos libres.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Fernando Savater - El verano de Sauron

NOTA: Este breve texto fue escrito por el filósofo español Fernando Savater, habla de su experiencia al leer la novela de El Señor de los Anillos. Encontramos esta transcripción aquí, desconocemos su referencia hemerográfica, pero agregamos la página escaneada. El texto es anterior al estreno de las películas de Peter Jackson.


El verano de Sauron

Fernando Savater

12/12/2001

El autor recuerda el  «verano más loco y fantástico» de su vida. Tenía 23 años y le faltaban dos meses para la 'mili' cuando le atrapó 'El señor de los anillos'. Lo leyó en inglés, ayudado por un diccionario, porque desconocía la lengua. Ahora espera la ya cercana película.

"En la última página de uno de sus libros más representativos ('El hacedor'), confiesa Jorge Luis Borges: «Pocas cosas me han ocurrido y muchas he leído. Mejor dicho: pocas cosas me han ocurrido más dignas de memoria que el pensamiento de Schopenhauer o la música verbal de Inglaterra». Esta declaración no aspira al prestigio ni a la intimidación pedante, aunque quizá hoy se lo parezca a algunos recelosos. Yo entiendo lo que pretende decir Borges e incluso (firmando todo lo abajo que sea prudente) puedo suscribir su afirmación. Ignoro si los libros siguen todavía significando para alguien -en este mundo de videojuegos y cruceros por Internet- lo mismo que supusieron para algunos fanáticos cuando yo era joven: pero doy fe de que entonces eran una aventura, un riesgo prohibido, una fiesta. El verano más loco y fantástico de todos los que recuerdo lo pasé precisamente atrapado por un libro. Para ser más exactos: hechizado por un libro y amenazado por un cuartel.  

Yo acababa de cumplir veintitrés años. Me habían detenido varias veces en las movidas antifranquistas de la universidad y hasta llegué a pasar una breve temporadita en la cárcel de Carabanchel. Como castigo de tanta turbulencia, las autoridades -siempre competentes- me denegaron la prórroga de incorporación al servicio militar. En septiembre, inexorablemente, tendría que vestirme de uniforme y comenzar a marcar el paso. Decir que la perspectiva me traumatizaba es ser benévolo: seguramente el corredor de la muerte de las penitenciarias yanquis está ocupado por gente más o menos tan contenta como yo me sentía entonces. Tenía ante mí dos meses, dos brevísimos meses estivales, los últimos antes de la catástrofe castrense que clausuraría mi alegre y rebelde despreocupación juvenil. Julio, agosto... Los mejores meses del año, perfumados con el aroma marino de la playa donostiarra, los meses mágicos de la infancia excursionista y risueña, ahora convertidos en dramática pausa que precedía a la esclavitud.

Sentí que tenía que hacer algo grande en esos sesenta días postreros, algo arrebatador, intenso, algo tan portentoso y orgiástico que me hiciera olvidarme de lo que me esperaba después. ¿Quizá un viaje al fin del mundo? Imposible, porque las autoridades providentes antes mencionadas me habían incautado también prudentemente el pasaporte. Respecto a las posibilidades escapistas del alcohol y otras drogas lisérgicas, que ya había frecuentado por entonces con notable devoción, no me hacía demasiadas ilusiones: sirven para entretenerse un fin de semana pero no dos meses, por cortos que sean. Descartado el suicidio por orgullo -¡no podrán conmigo!- y el libertinaje por timidez, sólo me quedaba la literatura. Y entonces apareció el Libro. 

Era muy grueso, más de mil páginas, y lo encontré en la librería Meissner de Madrid, especializada en libros extranjeros. Conocía su título porque aparecía vivamente desaconsejado en otra obra que había leído recientemente, 'El poder de soñar' de Colin Wilson. En mi adolescencia había disfrutado con 'El desplazado' de Wilson, una especie de prontuario romántico de insubordinación metafísica, por lo que seguía leyendo a ese 'joven airado' con decreciente entusiasmo. Cuando terminé 'El poder de soñar', un repaso a la literatura fantástica contemporánea, llegué a la desconsoladora conclusión de que Colin Wilson era un perfecto merluzo. ¡Se atrevía a criticar a Lovecraft, el más entrañable y viscoso de mis autores favoritos! Y de pronto hablaba de una larga novela en tres partes, en la que se recreaba una tierra imposible y cientos de personajes propios de cuentos de hadas; para descalificarla, el cenagoso Wilson encontró este dicterio: «Es la novela que le hubiera gustado escribir a Lovecraft y no pudo». De inmediato decidí que ese grimorio merecía ser leído, si es que alguna vez caía en mis manos pecadoras. Pues bien, allí estaba, bien orondo, tres en uno, en el estante de Meissner, con su título escrito en un tipo de mayúsculas que remedaban el gaélico: 'Lord of the Rings'. Había una pequeña dificultad: cualquiera podía darse cuenta, sin ser demasiado perspicaz, de que el maravilloso mamotreto estaba escrito rigurosamente en inglés. Y yo, ay, pese a algunos intentos más bien lánguidos de aprenderla, desconocía con vigorosa tenacidad esa imprescindible lengua.  

No era cosa de esperar que tradujeran 'Lord of the Rings', puesto que sólo me quedaban dos meses de vida... hábil. Y menos mal que no esperé, porque tardó bastantes años en aparecer 'El señor de los anillos' en español. De modo que me compré el tomazo incomprensible, lo acompañé con un buen diccionario y empezó mi gran aventura. Mañana y tarde penetraba en la Tierra Media, viajaba con Bilbo y Sam, luchaba junto a Gandalf y Aragorn, sintiendo siempre la amenaza del enorme ojo sin párpado de Sauron que me miraba desde el agua cóncava. Elfos y orcos me hicieron olvidar a los sargentos que poco después iban a darme órdenes. Había un doble placer: buscar despacio palabra por palabra en el diccionario para construir cada episodio como un rompecabezas emocionante y otras veces inventar o intuir el significado de los términos desconocidos para llegar cuanto antes al anhelado desenlace. Lento, rápido, intenso: el deleite. Después volví a leer 'El señor de los anillos' en francés y más tarde en español, pero nunca disfruté tan salvajemente como con esa rústica lectura en la lengua apenas conocida, aquel verano.

Pasó el verano, llegó y pasó la mili, sobreviví a la instrucción y a las imaginarias. De aquellos días a toque de corneta ni siquiera guardo recuerdos terribles, sólo algunas anécdotas risibles, casi tiernas en su lejanía. Ahora espero, a finales de este año 2001, el estreno de la primera parte de El señor de los anillos dirigida por Peter Jackson. En los sueños inquietos de algunas noches vuelve a mirarme, ya más cerca, el ojo de Sauron." 


domingo, 24 de noviembre de 2013

Isaac Asimov - El Anillo del mal

NOTA: El siguiente artículo de uno de los maestros de la ciencia-ficción lo encontramos en Taringa! (también aquí), un buen samaritano lo transcribió y agrego la referencia bibliográfica, la cual lamentablemente, no hemos corroborado, sin más que agregar, les dejamos el texto.


El Anillo del mal*

PRÓLOGO 47
(El anillo del mal)

El motivo del siguiente ensayo fue el hecho de que estaba por exhibirse la versión para televisión de la trilogía The Lord of the Rings. Una nueva revista, Panorama, me pidió que escribiera un comentario sobre la trilogía, escogiendo el aspecto que quisiera; de modo que acepté. Lo escribí antes de ver el programa, porque tenía que publicarse simultáneamente con la emisión de éste. Por lo tanto, el ensayo no fue un análisis del programa sino de un aspecto de su simbolismo (desde mi punto de vista) Después de que apareció el ensayo, vi el programa en la televisión y no me gustó... pero esto no tuvo nada que ver con lo que escribí.  

47. EL ANILLO DEL MAL

El Señor de los Anillos es una epopeya en tres volúmenes sobre la batalla entre el Bien y el Mal. El primer volumen es The Fellowship of the Ring, el segundo, The Two Towers, y tercero, The Return of the King. La trama es extensa, los personajes son muchos, la acción es muy emocionante y está siempre rodeada de suspenso. 
Hay en total veinte anillos que dan poder, pero Saurón, el Señor Oscuro, la encarnación del Mal, la figura satánica es el Señor de los Anillos. El ha hecho que un anillo, el Anillo Único, sea el amo de todos los demás...

"Un Anillo para dominarlos a todos,
Un Anillo para hallarlos,
Un Anillo para traerlos a todos y en la oscuridad atarlos,
En la Tierra de Mordor donde residen las Sombras."  

Mientras este Anillo Único exista, el Mal no podrá ser vencido. Mordor es la tierra maldita donde Saurón gobierna y donde todo está deformado, torcido y adulterado en beneficio suyo. Y Mordor expandirá su atmósfera envenenada por todo el mundo cuando el Anillo Único vuelva a estar en poder de Saurón. Porque Saurón no lo tiene. En un pasado remoto, el Anillo dejó de estar en su poder y, a través de una serie de hechos que están en parte narrados en The Hobbit, una suerte de prólogo infantil al "Señor de los Anillos", cayó en manos de Bilbo Baggins, el hobbit del título.

Hay numerosas fuerzas que tratan de luchar por el Bien y derrotar a Saurón, pero los hobbits constituyen las más débiles y pequeñas. Son del tamaño de los niños y tienen la misma ingenuidad y sencillez de estos. Aun así, a otro hobbit, llamado Frodo, sobrino de Bilbo, se le ocurre que hay que deshacerse del Anillo Único y asegurar que no pueda volver a caer en manos de Saurón.

Al principio como parte de un pequeño grupo, abriéndose camino en un mundo terrible y hostil, y después con la sola compañía de su fiel sirviente Sam, Frodo tiene que encontrar un modo de evitar a los aliados de Saurón para poder llevar el Anillo Único hasta la misma Mordor. Allí, en la propia guarida de Saurón, tiene que llevarlo hasta el Monte Doom, un volcán cuyo fuego es el único que puede fundir el anillo y destruirlo. Si logra esto ultimo, los poderes de Saurón cesaran y, al menos por un tiempo, el Bien prevalecerá.

¿Qué representa esta lucha? ¿Qué elementos contribuyeron a su construcción en la mente de Tolkien?

Podríamos preguntarnos si acaso el mismo Tolkien, si todavía estuviera vivo, podría darnos una respuesta acabada. Tales construcciones literarias adquieren una vida propia, y nunca pueden hallarse respuestas simples a la pregunta ¿Qué significa?

Tolkien era un investigador de las antiguas leyendas teutónicas, y a uno le da la impresión de que el Anillo Único puede ser un eco del Anillo de los Nibelungos, y que detrás de Saurón esta el rostro bello y malvado de Loki, el traidor dios escandinavo del fuego.

Por otra parte, The Hobbit fue escrito en la década de 1930 y "El Señor de los Anillos" en la de 1950. En el medio estuvo la Segunda Guerra Mundial, y a Tolkien le tocó vivir el año decisivo de 1940, cuando Gran Bretaña se quedo sola frente a las fuerzas de Hitler.

Después de todo, los hobbits son habitantes de "the Shire", que es una representación transparente de Gran Bretaña en sus aspectos mas idílicos, y detrás de Saurón podría estar el demoníaco Adolf Hitler.
Pero también están los simbolismos más amplios. Tom Bombadil es un personaje misterioso que parece representar la Naturaleza como un todo. Los ents con forma de árbol parecen representar los bosques verdecidos, y los enanos representan las montanas y el mundo mineral. También están los duendes (elfos), poderosos pero en decadencia, representantes de un tiempo que se va para siempre y que no sobrevivirían aunque Saurón fuese aniquilado.

Pero volvamos al Anillo Único. ¿Qué representa?
En la epopeya, otorga un poder ilimitado e inspira infinitos deseos aun cuando es infinitamente corruptor. Los que lo usan son abrumados y atormentados por el, pero no pueden dejarlo ir, aunque les roe el alma y el cuerpo. Gandalf, que es el personaje más fuerte de los que combaten por el Bien no se atreve a tocarlo porque teme que lo corrompa a el también.

Finalmente le toca a Frodo, que es pequeño y débil, hacerse cargo de el. Y lo corrompe y daña a el también, porque cuando esta por fin parado en el Monte Doom y le bastaría con mover un dedo para arrojar el Anillo Único al fuego y asegurar el fin del Mal, se da cuenta de que no puede hacerlo. Se ha convertido en un esclavo del Anillo Único. (Y finalmente es el Mal el que destruye al Mal, mientras que Frodo el Bueno fracasa.)

¿Qué es, entonces, el Anillo Único? ¿Qué representa? ¿Qué puede ser tan deseable y corruptor a la vez? ¿Qué cosa puede impedir que queramos deshacernos de ella a pesar de que esta destruyéndonos?

Bueno...
Una vez, mi esposa Janet y yo íbamos por la autopista de Nueva Jersey y pasamos por un sector de refinerías de petróleo donde la tortuosa geometría de las estructuras se dibujan contra el cielo, donde los gases escapan ardiendo en eternas llamaradas, y donde el hedor obliga a cualquiera a cerrar las ventanillas del auto. Janet hizo lo propio, suspiró, y luego dijo: "Ahora pasamos por Mordor". Ella tenía razón. El Mordor de "El Señor de los Anillos" es el mundo industrial que esta desarrollándose lentamente y va apoderándose de todo el planeta, lo consume, lo envenena. Los duendes representan la tecnología preindustrial que esta abandonando la escena. Los enanos, los ents y Tom Bombadil representan las distintas partes de la Naturaleza que están siendo destruidas. Y los hobbits del Shire representan el pasado simple y pastoril de la humanidad.

¿Y el Anillo Único?
Es la tentación de la tecnología; la seducción de las cosas hechas con más facilidad, de los productos en grandes cantidades, de los artefactos en tentadora variedad. Es la pólvora y el automóvil y la televisión; todas las cosas que la gente se desespera por tener; todas las cosas que la gente no puede abandonar una vez que las tiene. ¿Podemos abandonarlas? El automóvil mata a miles de norteamericanos cada ano. ¿Podemos abandonarlo por eso? ¿Acaso alguien propone seriamente que lo intentemos?
El modo de vida norteamericano exige que se quemen grandes cantidades de carbón y petróleo que arruinan nuestro aire, enferman nuestros pulmones y contaminan nuestro suelo y nuestra agua, pero, ¿podemos dejar de quemarlas? Para satisfacer las necesidades de nuestra sociedad, necesitamos más petróleo que el que podemos extraer nosotros mismos, de modo que tenemos que importar la mitad del extranjero. Lo obtenemos de países que nos tienen encadenados gracias a eso. ¿Podemos disminuir nuestras necesidades para romper esas cadenas?

Tenemos el Anillo Único en nuestras manos y esta destruyéndonos a nosotros y al mundo, y no hay ningún Frodo que se haga cargo de el, y no hay Monte Doom adonde llevarlo, y no hay nada que pueda asegurar la destrucción del Anillo.

¿Es inevitable todo esto? ¿Ha ganado Saurón? ¿Han caído las Sombras de la Tierra de Mordor sobre todo el mundo?

Podemos creer que sí, si sólo queremos mirar lo peor del mundo industrial e imaginarnos lo mejor de un imposible mundo preindustrial.
Además, el feliz mundo pastoril del Shire no existió jamás salvo en las mentes nostálgicas. Puede haber existido una delgada capa de terratenientes y aristócratas que llevaba una vida placentera, pero esto sólo era posible gracias al trabajo incesante de sirvientes, campesinos, siervos, y esclavos cuyas vidas eran un largo sufrimiento. Los que heredaron las tradiciones de una clase dominante (como Tolkien) son demasiado conscientes del pasado placentero de la vida, y pasan demasiado por alto la pesadilla que empezaba apenas más allá de los límites de las mansiones.

Por mas desdichas y horrores que la industrialización haya producido, ella puso, por primera vez, la educación y el ocio al alcance de cientos de millones de personas: permitió que ellas compartieran los bienes materiales del mundo, aunque mas no fuera los de mala calidad; les dio una oportunidad de apreciar las artes, aunque sólo fuera al nivel de las historietas y del rock duro, les dio una esperanza de vida que hoy es el doble de la que tenían en los tiempos preindustriales.

Es fácil hablar de los cincuenta mil norteamericanos (uno de cada 4.400) que mueren cada año en accidentes automovilísticos. Olvidamos así los porcentajes de población mucho mayores que morían cada año por las epidemias infecciosas, las enfermedades por carencia, los desequilibrios hormonales y todo lo que hoy puede ser prevenido y curado.

Hay buenas razones para no abandonar el Anillo Único. Si el Anillo Único esta llevándonos a la destrucción es porque lo usamos abusivamente, arrastrados por nuestra codicia y nuestra insensatez. Es seguro que hay un modo de usarlo sensatamente. ¿Tanto hemos perdido las esperanzas respecto de la humanidad que negamos que podamos ser cuerdos y sensatos si tenemos que serlo?

No. El Anillo Unico no es sólo maligno. El es lo que nosotros hacemos de el y por eso debemos rescatar y desarrollar aquellas partes que son buenas.

Pero no se preocupe...
Uno puede leer El Señor de los Anillos sin perderse en su simbolismo. Es una aventura fascinante que no se agota en una lectura. Yo lo leí cuatro veces, y cada vez me gusta mas. Pienso que ya es tiempo de que lo lea una quinta vez.

Y al hacerlo, tratare de ver el Anillo Único como... un anillo.

--------------------------------------------------------------------------

*ASIMOV, ISAAC. Sobre la Ciencia Ficción. Traducción de Salvador Benesdra. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1999, Pp. 328-333.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...